Indiana Saintclair. ¿De dónde venimos los Protestantes en América Latina

Indiana Saintclair.

Teóloga Pentecostal

Maestrante de Teología Sistemática

Universidad Evangélica Martin Luther King Jr.

Managua, Agosto del 2018

En el mes de Agosto, Indiana Saintclair, teólogo pentecostal, presento el enfoque sobre el Ayer, el hoy y el mañana del Protestantismo en América Latina, basado en la obra de Pablo Deiros (1997). Protestantismo en América Latina.

Parte I

¿De dónde venimos los protestantes en América Latina

Ingreso del protestantismo

Durante el siglo XVIII, el poder y la influencia española en América Latina fue decayendo rápidamente. En muy pocos años, España perdió casi todas sus colonias en el continente. Así emergieron nuevas estructuras políticas, que introdujeron a la región en una nueva etapa de su historia. América Latina entró a la era independiente en una condición de subdesarrollo y dependencia.

El periodo de 1808-1825

Los años de 1808 a 1825 representaron un período de serias dificultades para la Iglesia Católica Romana en América Latina. A fines del período colonial la Iglesia estaba sufriendo una situación de gran debilidad, tanto política como institucional. Sin embargo, la Iglesia Católica sobrevivió, no tanto porque fuese fuerte, sino porque alguna religión era necesaria para el control social y para el fortalecimiento de la fibra moral y espiritual de las nuevas naciones. Pero, además, la Iglesia Católica sobrevivió porque no había otros competidores religiosos que pudiesen ofrecer una alternativa.

Entre los años 1825 y 1850

Hubo muchas batallas trágicas en las que las viejas estructuras coloniales fueron reemplazadas o bien renovadas, pero no cambiadas de raíz. La Iglesia vio reducidos de manera drástica sus recursos económicos, y poco a poco cayó en descrédito y creciente impopularidad.

Desarrollo independiente    

El período de la lucha por la independencia y la formalización de las repúblicas emancipadas dio lugar al período de la organización liberal de las mismas (1850-1930).  Además, las estructuras socio-económicas heredadas del período colonial permanecieron sin mayores cambios. Las masas continuaron marginadas en la periferia de la sociedad, mientras la élite liberal europeizada se constituía en la clase gobernante. La resistencia creciente de caudillos locales y rurales a las pretensiones de las élites metropolitanas llevó a un tiempo de gran inestabilidad.

Dependencia económica     

Hacia mediados del siglo pasado los conflictos civiles internos casi habían terminado. Desde 1850 en adelante, estructuras políticas más estables se fueron constituyendo conforme las pautas ideológicas del liberalismo. Esto se hizo evidente en las constituciones nacionales de los Estados emergentes. Copiando la constitución de los Estados Unidos y siguiendo algunas de las teorías políticas que venían de Europa, las élites gobernantes redactaron las leyes básicas que dieron forma a las naciones latinoamericanas. Así se puso en marcha el proceso de secularización y descristianización del continente. Durante este período, se llevó a cabo un nuevo acuerdo colonial entre América Latina y las potencias industriales del mundo.

Dependencia cultural          

La dependencia económica y política no fue el único resultado de la sumisión de América Latina a las potencias centrales. Hubo también una subordinación cultural. La civilización europea (y más tarde la norteamericana) llegó a fascinar a las élites latinoamericanas que idealizaron a esas culturas. Durante este período, las relaciones entre la Iglesia y el Estado continuaron su deterioro. La Iglesia se transformó en una celosa defensora del conservadurismo y se opuso firmemente al liberalismo.  En su afán apologista, llegó a oponerse a toda forma de progreso y desarrollo, apareciendo como negando los avances tecnológicos.  En reacción al avance liberal y el crecimiento del protestantismo, la Iglesia Católica reactivó su labor misionera, no para predicar la fe del Evangelio, sino para predicar una nueva versión de la vieja fe, un catolicismo europeo y romano.

Las vías de ingreso  

Algunas repúblicas concertaron tratados de «comercio y amistad» con naciones protestantes del hemisferio norte, en las cuales había una cláusula que aseguraba la tolerancia religiosa para los ciudadanos de los países en cuestión. Muchos de estos tratados se subscribieron con Inglaterra, Alemania y los Estados Unidos. Esta tolerancia se fue extendiendo con el tiempo a todos los países latinoamericanos.

Los inmigrantes protestantes         

Para los inmigrantes la religión es un factor más, dentro de un complejo dramático de asimilación a las costumbres de otro país y de supervivencia del individuo y de la comunidad toda. Esto implica que los primeros miembros de las iglesias de inmigración llevan sobre sí la carga propia de todo inmigrante. Además, se trata de inmigrantes europeos y no  norteamericanos. El inmigrante se siente como «echado» de su propio país y ello implica en alguna medida llevar consigo una frustración que se manifiesta en el deseo de triunfar económicamente en el nuevo país o bien de volver a su nación de origen «para tomarse la revancha».

Las misiones protestantes   

Muchas de las misiones llegaron tarde a los países de América Latina, porque las sociedades y agencias misioneras protestantes del período consideraban a nuestros países como ya cristianizados.  En 1910, el continente no fue incluido en la agenda de la Conferencia Misionera Mundial celebrada en Edimburgo. En 1916 América Latina fue considerada oficialmente como un campo misionero en el Congreso de Obra Cristiana que se reunió en Panamá. Para entonces, los esfuerzos misioneros, si bien limitados, ya tenían unos sesenta años. ¿Por qué razón vinieron estos misioneros a América Latina? Se pueden enumerar algunas razones.

Primero, las misiones (especialmente las de origen norteamericano), se beneficiaron del nuevo papel que los Estados Unidos pasaron a desempeñar en el continente y su creciente expansión imperialista. Estos factores políticos y económicos favorecieron también la penetración religiosa del continente. Segundo, el vigor espiritual de las iglesias protestantes norteamericanas se manifestó en términos de su fuerza misionera y expansiva, con el envío de agentes de sus sociedades o juntas misioneras recientemente constituidas como resultado del clima avivamientista.

Tercero, los relatos de los viajes de los colportores de las sociedades bíblicas ayudaron a las iglesias protestantes norteamericanas a «descubrir» América Latina como un campo misionero.

Extranjeros y advenedizos 

El protestantismo en América Latina ha sido hasta años muy recientes, una religión de extranjeros y advenedizos.  Pero a su carácter foráneo se agregaba, como dificultad para su penetración, su aparición tardía en el continente latinoamericano. La fe evangélica llegó a las tierras hispanas, como se vio, después de varios siglos de dominio absoluto y monopólico del catolicismo romano. La falta de vitalidad la conformidad. con una religiosidad meramente formal y ritual izada, la incapacidad para cumplir una tarea auténticamente evangelizadora, la carencia abrumadora de sacerdotes y obispos, la falta de medios materiales y la opresión del regalismo republicano de los diferentes países, se unieron a otros factores para llevar poco a poco a la Iglesia Católica a un estado de creciente parálisis. Fue precisamente en una situación de estancamiento católico romano cuando apareció el protestantismo en el continente, para establecerse de manera continua y definitiva.

Fuente:

Pablo Deiros (1997). Protestantismo en América Latina. EEUU: Editorial Caribe

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