Jairo Arce Mairena. Perspectiva de la espiritualidad indígena

CAPITULO V

“Pertenecen al Bien Común de la Humanidad y la Madre Tierra la socialidad y la convivencia pacífica con todos los seres humanos y con los seres de la Naturaleza, porque todos somos hijos e hijas de la Madre Tierra y somos corresponsables por el mismo destino común”.

(Arto. 19, Declaración Universal del Bien Común de la Madre Tierra y la Humanidad).

HACE AÑOS JOSUÉ LUIS CARAVIAS afirmó que la “tierra es la Biblia del indígena, porque es el suelo de su historia, de su cultura, de su cohesión, de su supervivencia. No se compra ni se vende. En ella se vive. Para el indígena la tierra es la base de su cultura y por tanto, es fuente de su subsistencia, raíz de su organización familiar y comunitaria, y fuente de su relación con Dios”.[1]

La Madre Tierra, el lugar donde jugamos, nos divertimos, donde paseamos, el sitio donde se guardan nuestros recuerdos, la que nos regala los olores que más nos gustan, los colores que nos atraen, el agua y el aire que nos mantiene vivo; la que hace posible la lluvia para que nazca la vegetación y que los árboles produzcan frutos, que los ríos y los mares se mantengan activos; la que hace posible la vida de todo lo existente, ella, la Madre Tierra, tiene su propia espiritualidad. Esa espiritualidad la construyeron nuestros Patriarcas y Matriarcas indígenas, sus vivencias, experiencias y relaciones con la Madre Tierra la convirtieron en su espiritualidad.

El presente capítulo es un abordaje general de esa espiritualidad indígena que ancla sus fundamentos en la Madre Tierra. Estudiamos esta temática porque la consideramos actual y necesaria ante el contexto de una sociedad que se olvida de tu progenitora vital, la Madre Tierra.

Igualmente tomamos como marco de referencia la Declaración Universal del Bien Común de la Madre Tierra y la Humanidad, que enfatiza el reconocimiento y la conservación de la sabiduría espiritual de todas las culturas que contribuyen a cuidar la tierra (Arto. 10: I), y una de esas sabidurías espirituales es la espiritualidad indígena.

  1. La Madre Tierra en la Tradición Ecológica-Espiritual Indígena

La Madre Tierra es el centro de la tradición ecológica-espiritual de los pueblos indígenas de América. La vida cotidiana parte desde el amor hacia la Madre Tierra. Cada pueblo por las características particulares de su idioma, se refieren a la Madre Tierra en diversos términos.

En la Conferencia Andina – Sitios Sagrados Indígenas: Biodiversidad y Espiritualidad (Cusco, Perú, 5 al 11 Abril 2009) se afirmó:

“La tierra, las montañas, los ríos, los árboles, las rocas, el sol, el viento son sagrados. Se personifica con la vida del presente y el pasado, porque de la tierra nacen todos, ella los cría y los amamanta. ¡Es la Madre Tierra (pachamama)! Si el hombre o mujer adquiere esa armonía, ellos adquieren un poder sagrado, el hombre es parte de las fuerzas vitales, al igual que los seres de la tierra, las plantas, los animales que al morir retornan a ella. El hombre no es dueño de la tierra sino parte de todo el conjunto, es un hijo de la Pachamama”.[2]

En la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra, realizada del 19 al 22 de Abril del año 2010 en Tiquipaya, Cochabamba, Bolivia, también afirmó lo anteriormente citado:[3]

“Los Pueblos Indígenas somos hijos e hijas de la Madre Tierra o Pachamama en quechua. La Madre Tierra es un ser vivo del universo que concentra energía y vida, cobija y da vida a todos sin pedir nada a cambio, es el pasado, presente y futuro; es nuestra relación con la Madre Tierra. Convivimos con ella desde hace miles de años con nuestra sabiduría, espiritualidad cósmica ligada a la naturaleza”.

“La agresión a la Madre Tierra, los golpes y las violaciones contra nuestros suelos, bosques, flora, fauna, biodiversidad, ríos, lagos, aire y el cosmos son golpes contra nosotros mismos”.

El término Pacha, como vocablo de los idiomas de los pueblos andinos, como el qhishwa (quechua) y el aymara, denota la totalidad del tiempo y el espacio universal, expresa y significa la totalidad de la existencia de la vida. Y el término Mama, denota y significa el sentido de ser Madre.[4] En este sentido, se debe comprender la expresión Pachamama como la Madre de toda la existencia vital y universal, expresándose por medio de la Tierra. Es así como la tierra se convierte en el lugar por excelencia del ser, estar y de su acto de dar vida a la Pachamama.

Los indígenas andinos, en lo profundo de su espiritualidad, practican la experiencia retribuida por medio de la ritualidad, donde las ofrendas son expresiones simbólicas de contenido real y representan la intención y gratitud de la comunidad. Este es el sentido que tiene la ofrenda de la Pachamama.

Así, el incansable indígena de los Andes ofrendaba a la Madre Tierra con su acullico (bocado de hojas de coca), con alcohol, con tabaco, con alimentos para la buenaventura de la travesía a través de la montaña. La Pachamama, era así entendida como la Madre de los Cerros, misterio creador de la fuerza que anima la vida andina, que auspicia el viaje, que ayuda a vivir y a morir, a amar y a olvidar.

Según la tradición aymara, durante agosto la Pachamama se encuentra con la boca abierta porque tiene Recuerdo de los Patriarcas y Matriarcas que inculcaron la permanente necesidad de interactuar con la Tierra como hijos agradecidos y respetuosos; enseñaron que los cerros, los ríos, los bosques, los bofedales, las cataratas, las rocas y todo lo que nos rodea está preñado de espíritus protectores.

En la lengua náhuatl Tonantzin significa precisamente “Nuestra Venerada Madre, La Tierra”: To, “nuestro-a”; Nantli, madre, y Tzin, “venerado-a”, y bajo esta advocación era venerada en el Cerro del Tepeyacac.[5]

En la cultura maya la Tierra tiene un significado cultural profundo ligado a la identidad colectiva, es Qachu Alom: Nuestra Madre Tierra.[6] Por eso la agresión a la naturaleza es también una agresión a la comunidad en su multiforme vida.

Podemos puntualizar que la Madre Tierra en la espiritualidad indígena:[7]

  • Ocupa un lugar central e indispensable. Toda vida viene de la Tierra (Ipalnemohuani). En los mitos mesoamericanos Cipactli, llamado “Monstruo de la Tierra”, es la energía vital originaria, representada como animal informe (serpiente, caimán, tiburón, tortuga, jaguar); que fue sacrificada para hacer toda la creación como un ser vivo que nos vivifica.
  • Para el indígena mesoamericano la tierra no le pertenece; más bien él pertenece a la tierra.
  • La fraternidad de la espiritualidad indígena resulta del hecho de que todos los seres vivientes somos parientes por venir de la misma Madre, que es la Tierra. La vegetación es su piel o su vestido, los cerros son su vientre, los ríos son sus cabellos; cualquier parte de ella son los brazos con que nos acaricia y nos protege, porque todos los vivientes somos sus hijas y sus hijos. Compartimos la vida con las piedras, las plantas y los animales.
  • Según los mayas, hubo varios proyectos de humanidad por el material diverso tomado por Dios de la tierra: madera, barro, piedra, monos (cfr. Popol Vuh). Representan también estilos distintos de vida.
  • La Madre Tierra representa el ideal de la armonía de todo cuanto existe. Somos sus guardianes y reconstructores. Sembrar la tierra no es propiamente un trabajo, sino una colaboración para que la Madre Tierra nos dé el alimento. Sembrar es un acto sagrado que implica permiso, perdón, sacrificio y colaboración con la tierra en reciprocidad: si la Madre Tierra sufre para producir el maíz, nosotros debemos también sufrir por ella para cuidarla y colaborar con ella.
  • La esperanza en la espiritualidad indígena es vivir en la Tierra donde halla sustento y tranquilidad. El cielo indígena, la utopía de futuro, es buscado en el aquí y ahora, ya que es Xochitlalpan (la tierra de la flor) y Tonacatlalpan (la tierra de nuestro sustento). Los Guaraníes le llaman “Tierra sin males”.

Entonces, la espiritualidad indígena parte de la Madre Tierra, ella es el fin de toda reflexión y práctica, porque de ella depende todo lo demás: la comunidad, los ecosistemas, la cosecha, etc. La espiritualidad de la Madre Tierra conduce la vida cotidiana de la comunidad y su relación con otros seres vivientes, animales, plantas, árboles, agua, rocas, etc.

  1. Caracterización de la espiritualidad indígena

La tradición ecológica-espiritual de la Madre Tierra se transmite de manera oral de generación en generación de los pueblos indígenas. Los líderes indígenas actuales rememoran esa transmisión generacional:

“Recuerdo que mis padres nos inculcaron la permanentemente necesidad de interactuar con la Tierra como hijos agradecidos y respetuosos. Nos enseñaron que los cerros, los ríos, los bosques, los bofedales, las cataratas, las rocas y todo lo que nos rodea estaba preñado de espíritus protectores”. [8]

Pero no es una transmisión pasiva, sino que parte de la práctica comunitaria, que es donde se desarrolla la espiritualidad desde lo cotidiano de lo humano y los ecosistemas de las vidas presentes en la Madre Tierra.

Esa espiritualidad indígena de la Madre Tierra la podemos caracterizar de la siguiente manera:

  • Para la espiritualidad indígena la Tierra y el Medio Ambiente son Wakan: espirituales, sagrados, benditos, y son de pureza eterna. El Medio Ambiente tiene un espíritu y un propósito divino. Respeta a la Madre Tierra, la dadora de la vida en permanente evolución en sus diferentes ecosistemas presentes en el medio ambiente. Parte de la afirmación: “Todo lo que vive en la naturaleza tiene un espíritu, todos somos uno solo, animales, plantas y personas dependemos mutuamente uno de los otros para vivir en armonía”.[9]
  • La espiritualidad indígena tiene como fuente principal la tradición y el idioma de los patriarcas y matriarcas de los pueblos originarios, donde se encuentran su simbología, visión del mundo, su alianza con la naturaleza, base de su cosmovivencia y espiritualidad. También se enriquece por el calendario autóctono, que especifica las fechas de la temporada de cosecha, de pesca, de recolección, y las fiestas de gratificación, como una celebración en honor a la Madre Tierra.
  • La espiritualidad indígena promueven valores, virtudes y costumbres comunitarias para el buen convivir. Lo individual está sujeto a lo comunitario, y esto supeditado a la convivencia cósmica equilibrada. El ser humano no es una finalidad, sino una co-finalidad. Y en situaciones de riesgo de la fraternidad cósmica los intereses humanos quedan en un segundo plano. Así, la espiritualidad indígena se encuentra en consonancia con el proceso diacrónico y sincrónico de la historicidad de la Tierra, en el que la emergencia de lo humano es un momento más de la complejización de la vida.
  • La espiritualidad indígena no está ligada a una visión del mundo que responde a eso de ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? Eso es común a todos los pueblos del planeta. Pero en el mundo indígena estas mismas preguntas parecieran formularse de una manera distinta: ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? Esta espiritualidad responde en términos colectivos, cósmicos y de Alianza con la Madre Tierra. Es una vivencia cósmica, un vivir con el cosmos, con los elementos naturales y con todos los seres vivos. Es una vivencia íntima y al mismo tiempo compartida con todo el pueblo.[10]
  • La espiritualidad indígena es la confluencia de vivencias y sistemas abiertos. Irrumpen en los momentos menos sospechados de la cotidianidad e integran a la comunidad cósmica por senderos impredecibles. En ese sentido es una espiritualidad cósmica porque religa (devuelven a su condición originaria) al ser humano en tejido abierto e indeterminado de la fraternidad cósmica.
  • La espiritualidad indígena hace cotidiana la conciencia humana de Ser Tierra que ama, cría, cultiva y convive. Una conciencia que no se agota en la inteligencia humana, sino que dinamiza corazones movilizando voluntades hasta hacer del ethos (costumbre) ecológico una conducta cotidiana.
  • La espiritualidad indígena desde su vivencia y práctica manifiesta una relación de respeto por la Madre Tierra, el agua, los bosques, el aire, los animales y el ser humano es fundamental, cómo que reza la tradición oral: “Si matas a tu nagual, tu también morirás”.[11]
  • La espiritualidad indígena es un modo de vivir, de pensar y de sentir, que no interrumpe las leyes de la naturaleza. Es una alianza con la naturaleza la que va a permitirle su modo de vida, sin hacerle cambios profundos en su interior, sin alterar en lo fundamental los ecosistemas. Por eso, cada comunidad calcula la ración de pesca, de cacería o de agricultura en un mismo lugar para no interrumpir su ciclo reproductivo. Y esta es la dirección correcta que toma siempre la sabiduría indígena: “vivir sin atentar contra la continuidad de la vida”.
  • La espiritualidad indígena se fundamenta en una ética de la vida (ahimsa), que permite la existencia plena de todas las especies de los diferentes ecosistemas desde una cultura del buen vivir no consumista, que se niega a aceptar las necesidades creadas por el sistema de mercado, porque es una manera vital de relacionarse con la naturaleza, el ser humano y el cosmos.
  • La espiritualidad indígena no se queda en el plano intelectual. Provee un conocimiento que va del corazón a la mente y de la mente al corazón. Implica un desarrollo emocional, mental y corporal conectado a la Madre Tierra. Es el renacimiento constante, de las plantas, de los animales, del río, de los hombres y de las mujeres, de la cultura en el lecho de la Madre Naturaleza, al pie del paisaje y del ambiente total. El conocimiento de estrellas y galaxias, ver más allá de los sentidos, sentir más allá de los ruidos del día, sentir en carne propia lo que afecta al otro o a la otra, a la Madre Tierra y a todo lo viviente. Retomando en cada instante el sendero de la vida y el equilibrio de los elementos naturales: agua, aire, tierra, fuego y éter.
  • La espiritualidad indígena reside en ese Santuario vivo de la Madre Tierra por la paz del mundo y un nuevo orden planetario. En el cuerpo vivo de los Guaicaipuro como la Hostia Cósmica donde germina toda semilla hasta alcanzar sus frutos en cada florecimiento.

La espiritualidad indígena nos llama a poner nuestra mirada, nuestro sentir, nuestro tacto, nuestro olfato, nuestro paladar y nuestro espíritu hacia la Madre Tierra, allí donde nuestro ombligo echa raíces con las plantas, los animales, la luz del sol, la luna, el viento, el clima, el día y la noche, con toda la armonía de la Naturaleza.

  1. Pertinencia de la Espiritualidad Indígena en Tiempos de Globalización

El planteamiento occidentalista refiere que los pueblos indígenas son parte del pasado y han sido superados globalmente por el actual momento histórico, está siendo refutado por un pensamiento intercultural, inter-espiritual, inter-científico, inter-filosófico, inter-artístico que pone de manifiesto los aportes de los pueblos indígenas. De los aportes identificados está la espiritualidad indígena, que se distingue de las espiritualidades europeas por las siguientes razones: [12]

  • La espiritualidad de los pueblos indígenas no es clientelista ni proselitista. No hay ningún interés de ningún pueblo indígena para que otros pueblos asuman su religiosidad. No son por tanto espiritualidades extensivas sino intensivas, de convivencia, que pertenecen a cada pueblo para afianzar su modo de vida y su alianza con la Naturaleza.
  • La espiritualidad indígena no es una especie de oscurantismo que se opone a la luz de la ciencia y de las civilizaciones diferentes. Por el contrario, cada día la misma ciencia occidental comprueba que la espiritualidad de los pueblos indígenas enriquece el diálogo de civilizaciones, el diálogo inter-filosófico, el diálogo inter-científico, el diálogo inter-artístico, el diálogo inter-lingüístico, generando un replanteamiento global de todos los fundamentos del conocimiento para una mayor comprensión de los problemas humanos como los relacionados con la paz, con la justicia, las formas de participación democráticas, la democracia cultural como base de la democracia política, económica y social, el equilibrio ambiental, el equilibrio político del universo y tantos otros.
  • La espiritualidad indígena reviste especial interés, reconocido por la UNESCO y otros organismos internacionales, por su aporte a la interculturalidad del sistema educativo a nivel local y planetario, afianza el lugar de las localidades y regiones, las etnias-naciones y la pluralidad sociocultural, el pluralismo social jurídico, tomando en consideración que estos pueblos en cuanto portadores de sistemas políticos altamente descentralizados[13], enriquecen el derecho intercultural como base de un derecho internacional distinto, al igual que el derecho transgeneracional como es el derecho de las nuevas generaciones a perpetuar el equilibrio ambiental y el desarrollo local y regional sostenibles.
  • La espiritualidad indígena es un reencuentro con toda la humanidad, con el respeto a sus idiomas, culturas, visiones del mundo, y en esto juega un papel fundamental la familia indígena, la comunidad indígena y la espiritualidad de cada pueblo. Desde esa perspectiva, resiste a la globalización, que es un proyecto económico y político del neoliberalismo, de las minorías del norte del planeta, porque no se somete a cálculo y medida del mercado, pues su contenido es integral y ofrece ver otros caminos integradores de bienestar para los seres vivientes de la Madre Tierra.

Con lo anterior queremos afirmar que la espiritualidad indígena adquiere actualidad y pertinencia frente al sistema depredador del Mercado Global. Sus creencias y prácticas son urgentes en un contexto donde el ser humano destruye el terruño que lo vio nacer, la Madre Tierra.

  1. Defender la Madre Tierra en el contexto actual

En estos tiempos difíciles, los pueblos indígenas, con sus luces y sombras, ofrecen a la humanidad sus patrimonios espirituales para reorientar el destino del planeta. No podemos continuar indiferentes ante el ensordecedor grito de la Vida en sus diferentes formas (ecosistemas en lo micro y lo macro), que ya está en proceso de extinción, debido a las políticas de Mercado Global que lo maniobran las transnacionales mundiales.

Por lo tanto es necesaria una espiritualidad transformadora que desafíe lo establecido, incluso en nombre del dios del lejano cielo y que nos devuelva nuestra auténtica identidad originaria de ser Tierra.

Ante el presente contexto, creemos que la espiritualidad indígena contribuye y es parte esencial de la Justicia Climática, por las siguientes consideraciones:

  • La espiritualidad indígena promueve la vida ante el sistema capitalista que receta la muerte del Planeta. La perspectiva capitalista imperante mira a la tierra y a sus componentes sólo como medio de producción, obligándola a producir con tecnologías dañinas. Contrario a la espiritualidad indígena que la considera la Madre que debemos amar, cuidar, reverenciar, mimar y contribuir para su bienestar total.
  • La austeridad indígena en el uso y consumo de los bienes de la Tierra es el único camino que podrá revertir la depredación y contaminación que se ha echado sobre el planeta. Es el paradigma de consumir lo necesario para subsistir en contra de la idea del enriquecimiento y el consumo incontrolado de la máquina del Mercado.
  • Volver a la relación armónica con la Madre Tierra y con todas sus hijas e hijos es condición indispensable para superar la crisis actual, debido al cambio climático, que se ve en la explotación, derroque y exterminio de los recursos naturales, extinción de otros seres vivos (animales y microorganismos), y vulnerabilización generalizada.
  • Las políticas capitalistas y globalizantes contribuyen a que los desastres naturales se intensifiquen, por lo tanto, la Tierra ya está convirtiéndose en un lugar inseguro para vivir, debido a que es tomada como la esclava que hay que explotar sin escatimar las graves consecuencias hacia los seres vivientes del Planeta. Es por ello que es necesaria la espiritualidad indígena que considera a la Tierra como nuestra Casa. Según los zapotecas los humanos somos Yú (polvo) que vive en Layú (tierra, territorio) para transformarla en Guidxilayú, es decir, en planeta Tierra, digna casa de la humanidad entera.

Es un desafío de vida o muerte hacer de la Tierra nuestra Madre y nuestra Casa. Debemos desapegarnos del actual sistema que es una farsa o una fantasía creada por el Mercado. Todo lo que vemos es virtual, momentáneo, engañoso, porque existe a costa de la Vida de la Tierra, que significa la muerte de todo lo existente.

Es urgente desempolvar los libros sagrados de nuestros Patriarcas y Matriarcas indígenas, para que nos alimentemos de su espiritualidad integral e integradora que se amalgama con lo divino de la Madre Tierra, el vientre donde todos nacemos, crecemos, desarrollamos y morimos. La misión ecológica debe partir de ésta necesaria espiritualidad indígena para cristianizar a los llamados cristianos que se olvidaron del Dios de la vida para todas las criaturas de la tierra, sin excepción alguna.

Notas

[1] Josué Luis Caravias y Marcelo De Barros Souza, Tierra de Fraternidad. Los problemas de la tierra vistos desde la fe., Ecuador, Edicay, 1989, Pág. 44.

[2]Palabra de Luis Delgado Hurtado, co-fundador y presidente de Yachay Wasi. Ver: “Espiritualidad Indígena como núcleo de la Conferencia Andina – Sitios Sagrados Indígenas: Biodiversidad y Espiritualidad. Una Conferencia organizada por Yachay Wasi Acopia, Prov. de Acomayo, Dptdo de Cusco, Perú, 5 al 11 Abril 2009”. http://www.yachaywasi-ngo.org/YW_2009_AcopiaPeru_TEMA.pdf.

[3] Para más información sobre la Conferencia Mundial de los Pueblos vea la siguiente página Web: http://www.webislam.com/?idt=15870.

[4] http://www.ecoportal.net/Contenido/Contenidos/Eco-Noticias/Pachamama_fuente_de_vida._El_Tributo_a_la_Madre_Tierra

[5] http://diadelatierra.blogspot.com/2008/03/tlazocamati-tonantzin-gracias-madre.html

[6] http://www.odhag.org.gt/html/TOMO1C3.HTM

[7] http://it.ismico.org/content/view/4258/169/

[8] http://www.alterinfos.org/spip.php?article4440.

[9] Esta afirmación se planteó en el I Congreso Latinoamericano de Parques Nacionales y otras áreas Protegidas – Santa Marta – Colombia – 1997. Ver: http://www.wanamey.org/articulos/cosmovision-amazonica-espiritualidad.htm

[10] http://www.monografias.com/trabajos41/espiritualidad-indigena/espiritualidad-indigena.shtml.

[11] Según la espiritualidad maya existen tres niveles de espíritus: Lo etéreo, el indígena lo conceptualizar como su espíritu (ch’ulel) superior que nadie lo conoce más que el propio individuo y que lo llega a conocer a través de los sueños. El yo, o la razón de su conciencia, cuando lo adquiere a través del legado del ser divino que le ha de servir o a través de su educación familiar que es el sinónimo de respeto. Lo terrenal; son los ch’uleles con que se comparte dentro de la vida terrenal y que está posesionado o relacionado con algún animal, una planta, el aire, el fuego o un ave y que eso ya puede ser su nagual bueno o dañino para su entorno ya que de acuerdo a la fecha de nacimiento, el chu’lel de cada persona posee un nagual e inclusive lo retoman como apellido para poseer su chulel tales como tuluk, ichin, mamku’k, tsi’, ok’il, ton, ch’ail etc.. Crf. Ponencia en el VI Encuentro Lingüístico de los Pueblos Mayas.  In: http://www.phpbbplanet.com/tukulnah/viewtopic.php?p=90&sid=10faed2e5894c2887f7709c769138e72&mforum=tukulnah.

[12] http://www.monografias.com/trabajos41/espiritualidad-indigena/espiritualidad-indigena2.shtml

[13] Nos referimos a los pueblos indígenas que tenían un modelo político popular y comunitario, contrario al modelo imperial y conquistador de los imperios azteca, inca y maya, que perseguían, esclavizaban y exterminaban a las pequeñas tribus nómadas de América.

Fuente: Arce Mairena, Jairo Denis. (2014). Espiritualidad y Ecología: en búsqueda de la armonía total. Managua: CIEETS.

 

 

 

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