Jairo Arce Mairena. Búsqueda de la Espiritualidad Ecológica

Capítulo I

“Si queréis conocer a Dios, no busquéis transformaros en descifradores de enigmas. Mirad, mejor, a vuestro alrededor y le encontraréis saltando con vuestros hijos. Y abrid vuestros ojos al espacio y le veréis caminando por las nubes, extendiendo sus brazos en el relámpago y descendiendo en la lluvia. Y le veréis sonriendo en las flores y agitando las manos en los árboles”.

Gibrán Khalil Gibrán

EL POETA LIBANÉS Khalil Gibrán a través de su poesía plantea una espiritualidad transformadora sencilla, franca, divertida, emotiva, sorprendente y alcanzable. Se trata del disfrute de los hijos e hijas, es decir, una espiritualidad desde los rostros de los niños y las niñas, que son signo de esperanza. Pero no se queda allí, porque la espiritualidad es una contemplación, admiración y comunicación con el universo y la belleza ecológica de la tierra. Khalil Gibrán nos reta a una búsqueda de esa espiritualidad ecológica tan necesaria para el mundo contemporáneo.

  1. Una espiritualidad para nuestro tiempo

En éste nuevo milenio nos enfrentamos ante la búsqueda, renovación y descubrimiento de nuevas espiritualidades que necesitan ser analizadas  e interpretadas desde una hermenéutica bíblica-teológica, psicológica y socio-pastoral. Es un proceso dinámico que desempolva los archivos y fuentes de las diversas espiritualidades, incluyendo la espiritualidad  cristiana.

Tradicionalmente la espiritualidad es concebida como la práctica de disciplinas espirituales, tales como el ayuno, la oración, las penitencias y los devocionales. En los últimos treinta años han surgido nuevas expresiones de espiritualidad de alcance transnacional que hacen énfasis en los profetismos, apostolados, danzas, ungimientos, tomas simbólicas de ciudades y naciones desde un enfoque de guerra espiritual sin lograr un impacto integral en las personas.

También surgen espiritualidades alternativas de participación activa y emprendedora de sujetos sociales que históricamente han sido marginados y empobrecidos por sistemas sociales, políticos, económicos, culturales y religiosos, resaltando así los rostros de las mujeres, indígenas, campesinos, niños, niñas, jóvenes, adolescentes, inmigrantes, afectados por el VIH-SIDA, profesionales, políticos, empresarios, artistas e intelectuales que se han involucrado en la construcción de nuevos espacios y experiencias espirituales.

La profecía de Joel dice que El Espíritu será derramado a toda Carne. Este texto  indica que vivimos en la era del Espíritu, el consolador enviado para transformar la humanidad, la creación y vitalizar la iglesia. Entonces es tiempo de experimentar y fortalecer las espiritualidades holísticas sin excepción, que sea como el derramamiento del Espíritu de Dios para la reconstrucción de la vida humana y creacional.

Las décadas de los años 70s y 80s fue para las iglesias evangélicas nicaragüenses una época de renovación de la misión cristiana que le permitió  insertarse en la vida social, política, económica y cultural de América latina. La iglesia vivió una manera creativa de discernir la teología, la pastoral  y la hermenéutica bíblica-sociológica; se re-estudió la misión, la evangelización, la vocación pastoral, el crecimiento numérico de las iglesias, el ministerio entre laicos y laicas, la ordenación de las mujeres, los temas de la liberación de los pobres y oprimidos, la transformación de la nación, el tema de la niñez, los indígenas etc. Se concibió la tarea teológica como fermento para la transformación estructural de la sociedad.

En esa época se profundizó en la reflexión y tareas  pastorales, se elaboró una nueva temática teológica y eclesiológica sobre el significado de ser iglesia, desde el pueblo pobre y excluido; se trabajo la teología de la liberación desde diversos énfasis.

En la segunda parte de la década del  80 se inicio la búsqueda profunda por una nueva  espiritualidad, y esta década la podemos llamar de renovación cristiana coherente con la realidad pastoral, teológica y bíblica, es no solo una lectura a partir del pobre, es el interés por la cultura religiosa popular, se trata de volver a las raíces de nuestros ancestros, de conocer y reconocer  e integrar la teología de los pueblos originarios, teología que ama y respeta la creación de Dios, porque se concibe como una sola, no separada de la humanidad. Se trata también del enriquecimiento de los tema de la libertad integral humana y creacional y de encarnación de la fe en la realidad latinoamericana; de  contemplación y  experiencia de Dios, expresada en el contexto actual; mas allá de solo ejercicios espirituales.

Esta preocupación por la espiritualidad tiene varias causas, la desesperanza producida por el fracaso de los movimientos políticos de izquierda, las nuevas posiciones fundamentalistas de las iglesias cristianas, y una reflexión  abierta a la espiritualidad como opción de vida digna.

Si hay una renovación global mundial del pensamiento, de la ideología, de lo política, de lo social, económica, y cultural es de suponer que; la espiritualidad, la experiencia de la fe, la práctica religiosa de los cristianos también tiene que vivir una profunda  renovación, revisión y abrirse a una reflexión y practica mas integral. No se puede ser integral sino no se respeta a la madre naturaleza.

De ahí la búsqueda de una mística del seguimiento del Jesús histórico, del servicio al pobre, mística de la liberación, de la oración, solidaria, comunitaria-fraternal, espiritualidad que trata de comprender e interpretar las motivaciones, las experiencias humanas y ecológicas en América Latina y el mundo.

  1. Espiritualidad y renovación para la práctica cristiana.

El Cristianismo experimenta procesos de renovación en todos sus ministerios, que  abarca diversos niveles: la organización eclesial, nuevos ministerios, nuevas denominaciones, temáticas nuevas en la agenda eclesial y pastoral, la educación teológica en institutos bíblicos y seminarios, los colegios protestantes-evangélicos, aparecen instituciones nuevas con enfoques de unidad y diálogo, con pasión por el campo, la ciudad, la nación, hay preocupación por  la práctica ecuménica. Estamos entonces en un proceso donde la iglesia tiene que interpretar y reinterpretar su misión y compromiso. Todo entra en cambios sorprendentes, y todo debe de estar en coherencia con un modelo pastoral renovado. Sólo puede haber renovación si cuidamos el medio ambiente.

Todo cambio en la Iglesia implica  plantearse la renovación desde las  motivaciones hasta los contenidos y metodologías que inspiran las nuevas opciones. Sin motivaciones arraigadas, vivas y explícitas, sin nuevos planteamientos  ningún grupo humano, institución o sociedad puede subsistir largo tiempo, y mucho menos renovarse. Las motivaciones responden a los “por qué” fundamentales de las opciones, de las exigencias, de la misma razón de ser de la institución.

Para la Iglesia, las motivaciones son más que esenciales; son un sello de identidad. Los “por qué” de su organización y de su acción no se explican solamente por las ciencias humanas o la pura racionalidad histórica, tienen que ver con Jesús,  su Evangelio como la motivación global, imprescindible y dominante. Por eso debo afirmar que  la motivación del Espíritu es la que esta irrumpiendo profundamente en el mundo cosmos, creacional-humano. Por eso hablar de motivaciones en el cristianismo es hablar de mística, de espiritualidad. La renovación institucional y funcional de la Iglesia requiere una renovación de una mística que va mas allá de la contemplación necesaria, es el ministerio de la iglesia que incluye la salvación y sanidad total del ser humano y la creación.

La espiritualidad no es una ciencia o una praxis más en la Iglesia. Es la “savia” de la pastoral, de la teología y de la comunidad, cualquiera que sea su “modelo” que nos encamina hacia la integridad de todas las cosas donde Dios se hace presente.

  1. Una espiritualidad para la renovación humana y cósmica.

Para que la espiritualidad sea la inspiración y garantía evangélica que acompañe la renovación de nuestras Iglesias, ha de recuperar lo mejor de la tradición espiritual de la Iglesia encarnándola en nuevas tareas y experiencias. La espiritualidad “nueva”, (renovada) que buscamos es al mismo tiempo ‘tradicional y transformadora”, en el sentido evangélico.

Actualmente observamos cómo de forma progresiva el Espíritu de Dios empuja a nuestras Iglesias a una renovación, profunda y global. Para que esta renovación sea auténticamente  universal, creacional y humana, debe abarcar todas las dimensiones históricas de la vida, del mundo, de las diversas espiritualidades, de lo santo y de lo profano. Concretamente, no hay verdadera renovación eclesial sin una transformación de las instituciones religiosas, de la iglesia  y de la persona humana.

Habitualmente la renovación comienza por las actividades pastorales, pues es ahí es donde se experimentan primeramente las incoherencias entre un cierto “modelo” de Iglesia que no responde a los desafíos del sistema mundo,  constantemente cambiante, y observamos insuficiencia en las modalidades “tradicionales”[i] de la que no podemos separarnos radicalmente”. La crítica de la pastoral comienza a partir de la experiencia de la novedad de la misión y en la  tarea de entender los cambios.

Los procesos nuevos exigen cambios en los métodos y contenidos de la evangelización, de la educación cristiana, en la liturgia, en la acción pastoral,  esto tiene que ver con el desarrollo integral de la misión de la iglesia, debamos inculturizarnos, introducirnos a las culturas indígenas, adaptar la  lengua local autóctona, algunos ritos y símbolos, hoy tenemos  una apertura a la espiritualidad ecuménica y una   participación cada vez mayor del laicado de hombres y mujeres en la nueva visión y construcción de espiritualidades.

Si Dios  nos llama a servir creo que el misionero y la misionera, pastor, pastora, diacono, diaconiza debe conocer la cultura, la situación humana, debe establecer un diálogo evangelizador con esas realidades, la “acción social”: ya no es sólo servicio de caridad y desarrollo, es también combate por la justicia, los derechos humanos es fundamentalmente espiritualidad de la liberación, que incluyó la Creación como parte de la hermandad que está siendo destruida por la mano criminal del ser humano.

  1. Los nuevos desafíos de la espiritualidad

Ha habido  en las iglesias cristianas una evolución hacia un modelo pastoral, eclesial y de compromiso social renovado. Su experiencia cristiana cambió, y su fe ya no se siente cómoda en las categorías de una espiritualidad estancada y  repetitiva y doctrinalmente fundamentalista. El creyente contemporáneo, además, está integrado en movimientos y procesos nuevos de compromisos sociales, políticos, económicos, culturales-religiosos, además del desarrollo de la tecnología, la cultura de los medios de comunicación, por la complejidad de la vida y del trabajo moderno. Aún las clases populares participan en ese esquema, que representa otro modelo de valores y de cultura, y que influye poderosamente en la crisis del “modelo tradicional” de la Iglesia y de su espiritualidad.

La experiencia pastoral nos permite apreciar ciertos cambios,  y tendencias, en la “psicología espiritual” de los y las cristianas y cristianos, el creyente de hoy es más sensible a las actitudes que a las prácticas. Valoriza la fe como actitud de compromiso, valoriza la solidaridad como actitud, como compromiso que engloba la vida,  el amor, el respeto y cuido profundo de la creación a través de la práctica y a la oración profunda de unión con todo lo que tiene vida.

  1. La búsqueda de una espiritualidad integral: Humanidad-creación.

Las crisis son oportunidades para crecer, mejorar, avanzar,  la búsqueda de nuevas espiritualidades deben tomar en cuenta la realidad Latinoamericana;  tenemos hoy signos negativos a la vida  y necesidades que nos exigen una práctica espiritual acorde con la vida integral del ser humano y la creación.

En la experiencia cristiana latinoamericana hay  hechos que problematizan la espiritualidad cristiana por ejemplo, la  profundización de la pobreza en América Latina y el mundo, esto exige una espiritualidad de la liberación, la reinterpretación de los procesos de  misión, las nuevas metodologías de evangelización desde  las realidades populares y ante los inminentes peligros de destrucción de la tierra, los catastróficos eventos climáticos, la hambruna que sufre y sufrirá el mundo de los pobres, la contaminación a que estamos sometidos día a día y la prepotencias de los países ricos para no cambiar sus formas inmisericorde de explotación de la naturaleza, por otro lado la acentuación de procesos de corrupción en todas las esferas.

Estos hechos, que se dan simultáneamente, constituyen un impacto espiritual, cultural-religioso, humano y creacional profundo, porque, cambia la  vida y sus valores humanos y cristianos en contra  de la vida digna, cambia  los proceso de vida y de justicia,  se profundizan la injusticia, la explotación, opresión, la  alienación, cambia la sensibilidad simbólica: el ayuno solidario,  la marcha,  la protesta no son significativas o son criminalizadas.

Ello ha llevado a que muchos cuestionen cosas fundantes que para nuestros antepasados eran obvias, por eso las siguientes interrogantes: ¿cuál es la identidad del cristiano, de la cristiana?; ¿qué aporta de original el cristiano en las luchas humanas a favor de un mundo nuevo con paz y justicia, con buena administración e integridad de la creación? ¿Para qué la Iglesia? ¿Qué es la espiritualidad? Estas son las preguntas urgentes.

Desde dichas perspectivas hablamos de la necesidad de ir hacia una “nueva espiritualidad”, encarnada en el compromiso transformador y no-violento de todo lo que tiene vida. Debemos de orar por las luchas del pueblo  y de la creatividad de la fe para hacer posible un mundo para todo y todas, la Oikomene, la casa habitable, donde  la humanidad y la creación forman una constelación ecuménica de sinergia y de vida eterna en la eternidad de Dios.

Por otra parte, los diversos movimientos de espiritualidad que han surgido últimamente en América Latina, tienen diferentes énfasis. Algunos  basados sólo en la oración, o en la espiritualidad familiar, o en los compromisos por la liberación de los pobres. Hay prácticas que no son coherentes con el pensamiento y la experiencia pastoral y social latinoamericana, hay quienes consideran que estos movimientos están “al lado” de las grandes tareas del cristianismo en el continente.

Una experiencias que necesitamos estudiar es el surgimiento de grupos de oración, grupos bíblicos,  de “experiencia de Dios” de “nuevas espiritualidades “al margen de la pastoral o de las iglesias mismas, es una llamada de atención contra la falta de expresión explícita de la fe y de la mística cristiana incluyendo a creyentes que no están en las estructuras de las iglesias y que tienen validez  de las instituciones misioneras.

Siempre habrá en la iglesia movimientos de espiritualidad, pero éstos no serán renovadores en amplitud si no llevan a interpretar y a inspirar las corrientes más representativas de renovación teológica y pastoral. Hoy nos toca entender la señal de los tiempos  con urgencia para no ir de nuevo detrás de los acontecimientos históricos en los que Dios se manifiesta constantemente.

Fuente: Arce Mairena, Jairo Denis. (2014). Espiritualidad y Ecología: en búsqueda de la armonía total. Managua: CIEETS

 

 

 

 

 

 

 

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