Jairo Arce Mairena. Hacia una pastoral de la espiritualidad humana creacional.

Capítulo II 

“Deseamos que todas las personas, los pobres, los no pobres y nosotros mismos, podamos experimentar el proceso que requiere toda una vida de recuperar nuestra verdadera identidad como hijos de Dios y nuestra verdadera vocación como mayordomos productivos en la creación de Dios”.

Bryant L. Myers

LA ESPIRITUALIDAD ES UN proceso en que las personas recuperan su verdadera identidad, que es la de ser mayordomos productivos, como lo dice Bryant L. Myers. Es interesante resaltar la productividad del mayordomo, porque en el actual contexto que vivimos se ha perdido ese sentido de producir vida a través de relaciones justas y armónicas entre el ser humano con la naturaleza. En vez de producir gastamos los recursos de la Madre Tierra. A tal punto que los recursos de la tierra se están agotando. Es ese sentido, hablamos de una espiritualidad que despierta y anima a que las personas sean emprendedoras con alternativas integrales y amigables a la naturaleza.

La espiritualidad está ligada a lo sagrado, lo sagrado está ligado a las relaciones humanas, sociales y cósmicas, es decir, a todo lo que tiene vida. La espiritualidad no solo tiene que ver con las cuestiones de fe, entre Dios y la humanidad, no podemos reducir la espiritualidad a  actitudes piadosas o místicas, o a corrientes como el Judaísmo, cristianismo o las diversas confesiones doctrinales que tenemos en el mundo hoy.

La espiritualidad no solo está definida por lo sagrado sino también por lo profano, porque la espiritualidad es parte en sus actividades y representaciones del quehacer humano, y, ¡el quehacer humano es sagrado y profano!

La espiritualidad es un conjunto de prácticas dadas por un conjunto de creencias, cuyo carácter y objetivo constituyen la vida humana y creacional en relación continua con lo sagrado y lo profano.

No hay espiritualidad sin sociedad, sin humanidad, sin creación, sin  universo como dice Leonardo Boff “sin bacterias, sin los pequeños insectos“ porque la espiritualidad no se da en el vació.

Acontecimientos como, el nacimiento, el matrimonio, o la muerte son procesos de espiritualidad donde las personas experimentan una diversidad de reacciones, sociales, espirituales, emocionales, en algunas culturas como la Garífuna son fiestas espirituales que conforta la unidad y la colectividad humana- cultural y religiosa.

La espiritualidad tenemos que verla desde las nuevas expresiones culturales y religiosas, la espiritualidad tiene orígenes universales, humanos y sociales porque esta ha sido producida en la conciencia comunitaria por la relación de fe entre el ser humano y Dios.

Lo sagrado de lo profano es la matriz de todas las opciones inherentes al logos (palabra y pensamiento). En la espiritualidad se parte de lo sagrado para entender todas las opciones de vida viables, sagradas y profanas a la vez.

Cuando nos apropiamos de la espiritualidad liberadora, esta, nos permite obtener resultados concretos de compromiso social transformador. Todas las formas de actividad y opciones humanas son dadas por una opción de vida que surge de una espiritualidad liberadora, que es originada en la obra creadora del Espíritu Santo. Por eso la nueva espiritualidad debe de estar en armonía con todo lo que tiene vida en contra de todo lo que lleve a la destrucción y a la muerte, como está pasando con todo lo bello que Dios ha creado.

Solo basta con leer los diarios de América Latina y caminar un poco por nuestros inseguros barrios y mientras pasamos la vida imbuidos en nuestras preocupaciones más inmediatas e individuales en algún lugar de nuestros territorios mesoamericanos, los terneros mueren de sed en los campos que otrora eran bellos manantiales, la sequía convierte la región en un desierto, los incendios continúan a la orden del día, devorando inmensos pastizales, cafetales y áreas reforestadas convertidas en cenizas, enormes cerros con una rica flora y fauna son dinamitados para construir nuevas carreteras para explotar algunos bosques que quedan en la región.

Los grandes basureros amenazan los cultivos y las vidas humanas, la fauna se extingue y a su vez agoniza por la venta de chocoyos, loras, ardillas, guatusas, mapaches, pizotes, alcaravanes, lapas, tigrillos y palomas. Todo esto avalado  por el Ministerio de  Agricultura y Recursos Naturales; en pocos años esto sólo será recuerdo, tres especies mueren por día y en 25 años no habrá bosques, inclusive los recursos del mar se están extinguiendo.

Las enfermedades endémicas (en las vías respiratorias) crecieron por el alto grado de contaminación en la atmósfera debido a la densa capa de humo que cubre Mesoamérica. ¿Seguiremos como simples espectadores de un deterioro progresivo y brutal de nuestras regiones vitales de Centroamérica? ¿Permaneceremos indiferentes hasta que ya no tengamos sitio ni siquiera para ser simples espectadores?

Los últimos reportes y análisis de la problemática ecológica se extienden no sólo en los ámbitos nacionales o regionales sino a nivel planetario. Esto nos plantean ineludiblemente preguntas: ¿Todo está ya consumado para el planeta? ¿Se podrá a estas alturas salvar al planeta? ¿Ha llegado la hora del Armagedón y del exterminio planetario? ¿Tendrá Dios que aceptar la pérdida del planeta y hacer planes para la creación de otro?

Ante tal situación es urgente la práctica de una espiritualidad que revierta la crisis ambiental, que es producto de una mentalidad cultural basada en el consumo indiscriminado de los recursos del planeta tierra. La ideología del libre mercado convirtió al medio ambiente como un producto más que se puede vender a cualquier precio, hasta se puede destruir sin tener la menor piedad posible.

Insistamos en ir formando agentes de cambios que sean emprendedores integrales, alimentándose de una espiritualidad basada en las relaciones y comunicación del ser humanos con los otros hermanos y hermanas de la tierra, de los ecosistemas más diminutos hasta los sistemas macro que nos sorprenden por su grandeza.

Es necesario releer el texto bíblico para encontrar esa espiritualidad de esperanza verde, la espiritualidad ecológica. Imaginemos la belleza de la primera página bíblica del Génesis en la que aparece Dios creando todo para regalárselo al hombre y a la mujer, a quienes hace a su imagen y semejanza. Es un punto fundamental que no lo podemos perder de vista. Todo, cada ser de la creación, y la creación entera, está hecha como signo de comunicación. Todo es regalo que refleja el corazón de Dios que regala. A través de cada ser creado Dios mismo se comunica entregándose a cada uno, sea fauna, flora o la especie humana, con igualdad y con los mismos privilegios de vida.

El hombre aparece como «alguien», como «sujeto». En la creación se nos presenta al hombre hecho a imagen de Dios (Gen. 1,26?27). Por una parte es creatura, y como tal depende del Creador plenamente. Pero se le da una facultad de decidir libremente. Decidir él, tal como él quiera, con el riesgo incluso de poder decir «no» a Dios. El hombre tiene facultad para «crear» sus decisiones. Son decisiones suyas. Con esto aparece el hombre no  como un objeto más, sino como «sujeto» que puede dar sentido a las cosas. Tiene poder para dar sentido, el hombre aparece como ser que tiene «interioridad», esto es, dotado de capacidad de decisiones libres, capacidad con la que construye el mundo de los anhelos personales y de las opciones de él, y que sólo él conoce. Mundo interior que siempre quedará como misterio invisible para los demás y que solamente él podrá manifestar a quien  quiera. ¡El hombre es un emprendedor inteligente formado con la ternura, el esfuerzo y el arte de las manos de Dios.

Pero más aún, de este sujeto, Dios dice explícitamente que «no es bueno que esté solo» (Gen. 2, 18) y aparece otro ser de la misma carne (Gen. 2,21?23) con la misma dignidad, la mujer, tan «sujeto” como el hombre, con la misma capacidad de interioridad y orientados el uno al otro hechos para la comunión, para la comunidad. ¡Hechos con el propósito de ser productivos y emprendedores en, con y para toda la creación de Dios!

La humanidad se nos presenta como comunidad, y a esa comunidad se le entrega todo como regalo, con la responsabilidad de desarrollar la humanidad futura y cuidar de todo, siguiendo los caminos del bien, sin trastocar el bien por el mal, porque el día que «coman de ese árbol de la ciencia del bien y del mal» (ver Gen. 2,17) queriendo endiosarse, habrán dejado de actuar a imagen de Dios y eso será su propia destrucción y muerte.

Hombre y mujer creados para la comunión, ambos con la imagen de Dios, han de actuar según corresponde a la imagen, reflejando el actuar de Dios. Dios ha hecho todo como regalo para el ser humano. El regalo es un signo que expresa la buena voluntad, el cariño de quien regala. Lo grande del regalo es que es un signo de la decisión libre de quien regala. Es expresión de la interioridad. Signo de comunicación que revela lo que está en lo invisible del corazón. Es la revelación del misterio.

La revelación manifiesta, a través de signos y palabras, el misterio de la interioridad. Lo que importa es que esta revelación exprese realmente lo que está en la interioridad, esto es que no haya engaño, ya que el otro, o los otros, por más esfuerzos que hagan, no podrán ver el misterio, la interioridad misma, sino solamente la revelación de ella, el signo.

Quien acoge el regalo como tal, esto es, como signo de la interioridad del otro, lo que está haciendo es hacer un acto de fe en el otro. Es un acto de confianza, aceptando que no hay engaño. En definitiva ese es un acto libre porque jamás podrá tener una prueba empírica, científica, con la seguridad o la visión de la interioridad del otro. El acto fe es también obsequio. Al obsequio de la revelación se responde con el obsequio de la fe y en ese encuentro de obsequios se hace la alianza de la comunión.

Con esta dinámica hemos de acoger la creación. Y con esa misma dinámica hemos de usar la creación dando nosotros, libremente, el sentido de regalo, es decir, añadiendo cada uno de nosotros nuestro aporte creado para ser de verdad cocreadores, ¡emprendedores de Dios!

En definitiva, la creación entera se nos presenta como signo de comunicación para la comunión. Es signo para la alianza. Es una alianza que se hace inseparable con Dios y con los demás. Quien acoge al Creador entra libremente en la misma dinámica del Creador, esto es, como cocreador, haciendo todo a semejanza del Creador, como signo de comunicación. Todo para la alianza.

Es evidente que en esta actitud es imposible que haya personas empobrecidas, marginadas, hambrientas, violentadas, porque quien acoge a Dios se une a Dios mismo que es amor y entrega para todos los demás. Así mismo con esa actitud de relaciones y comunicación mutua no existe el exterminio de los recursos naturales. Acoger la creación es hacerse cocreador añadiendo a cada cosa el acto libre y personal de la entrega de cada uno, aún nuestra entrega franca y decidida hacia la naturaleza.

Con una actitud así no existe peligro de atropello a la naturaleza. No hay peligro de tocar el árbol de la ciencia del bien y del mal. Todo es armonía. Pero cuando el hombre abusa de su libertad y en vez de ser cocreador acogiendo las cosas para hacerse regalo él mismo, las usa con egoísmo para quedarse con ellas, y no sólo rompe la alianza con el Dios que regala y con las personas para quienes debiera ser regalo, sino que al encerrarse en su egoísmo comienza por el camino de su propia destrucción, ya que en vez de usar la libertad para obsequiar, esto es para la comunión, la usa para bloquearse en su soledad. Esta es su destrucción porque, lo quiera o no lo quiera, la persona está hecha para amar, está hecha imagen de Dios que es Comunión. Dios es Amor.

No interesa aquí abordar las maneras que utilizamos para apoderarnos de otros seres como si fueran de nuestra propiedad, es por ello que buscamos motivar una administración responsable para el bien común de todos y todas. Cada vez que dejamos de usar algo en dirección a la comunión y relación fraternal, estamos arrebatando algo a los demás y a la naturaleza, que no es nuestro, sino de Dios.

Es menester el cultivo de una espiritualidad que recupere esa identidad que los sistemas económicos y políticos han venido entorpeciendo, como es el de ser sujetos productivos y emprendedores. No hablamos de una espiritualidad que forma místicos alejados de la realidad para embarcarse a disciplinas que cultivan la soledad, obviando así el bullicio de este mundo tecnocrático y globalizado. Queremos personas espirituales con los pies en la tierra, con planes concretos, dando testimonio de Dios no sólo en palabras, sino también a través de obras creativas, novedosas, sorprendentes, donde los recursos son cuidados, renovados, multiplicados y protegidos. En pleno siglo 21 no pueden concebirse espiritualidades demagógicas, sino aquellas que aportan al desarrollo sustentable de la madre naturaleza y del planeta tierra.

Nota

[1] Leonardo Boof en su  libro Grito de la tierra grito de los pobre” enfatiza la interrelación que existe en todo lo creado, en todo lo que tiene vida.

Fuente: Arce Mairena, Jairo Denis. (2014). Espiritualidad y Ecología: en búsqueda de la armonía total. Managua: CIEETS.

 

 

 

 

 

 

 

 

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